
la luna se va desvanecer,rebosante de estrellas
la aurora besa los prados.cubiertos de roció de oro
una paloma blanca asciende,como en un sueño
estaba muerto.
no veía ninguna luz y sufría una condena de cuarenta años.
>Gritó pidiendo ayuda,
>pero estaba atado.
>Toda luz de esperanza había desaparecido
almas negras en llamas, su sombra nunca muere
puesta de sol no pueden llegar mas alto
su barco de las almas nunca,nunca vuela
una vez fue un santo con alas,`pero dejo que el mal entrara en el.
no luchó.
y le gustaba ser el caballo desbocado de la carrera
el ángel dorado de la vida.
seis noches de luna llena oyó sus gritos
el loto mostro su luz y la flor descendió de ella...
CADA cierto tiempo los titulares de prensa recogen la noticia de ancianos hallados muertos en su casa, en el mayor de los abandonos y a menudo rodeados de desperdicios y bolsas de basura cuyo hedor había puesto en alerta a los vecinos del inmueble. Sospechando que algo raro pasaba, llamaron a la policía o a los
Más allá del patetismo de una situación límite o de una extravagancia propia de personas fuera de sus cabales, el caso es revelador de un trastorno específico descrito por los especialistas: el denominado síndrome de Diógenes, que en España afecta a más de un 3 por ciento de los mayores de 65 años. Diógenes, filósofo griego del siglo IV a. C. y fundador de la corriente cínica, era conocido por su actitud de desprecio por las convenciones sociales, en coherencia con lo cual adoptó un estilo de vida caracterizado tanto por su austeridad como por el abandono de su aspecto físico.
Si a Diógenes suele representársele dentro de un tonel, semidesnudo y con el pelo largo y desastrado, los ancianos aquejados por el síndrome viven también en el aislamiento y la incuria. Esta actitud negligente, entre la soledad y la misantropía, revela un sentimiento de derrota, de renuncia a vivir dignamente y en plenitud bien sea por carecer de alicientes para hacerlo, bien por efecto del deterioro psíquico propio de las edades avanzadas. Pero la conducta de los aquejados por el síndrome de Diógenes no implica necesariamente una dolencia mental.
Puede ocurrir que de puertas hacia fuera los aquejados del síndrome de Diógenes no se muestren especialmente insociables, mientras que al regresar a sus casas se parapetan en el descuido y la dejadez. De ahí que no siempre sea fácil reconocer su estado, ni mucho menos comprender hasta qué punto son víctimas de una soledad más profunda de la que aparentan. Algunos especialistas han señalado cinco rasgos de conducta para identificar el síndrome de Diógenes. La presencia de dos o más de ellos permite hablar de enfermedad, y en el caso de darse cuatro o cinco se trataría de enfermos muy graves con riesgo de muerte. En trazos gruesos, los rasgos serían éstos: 1) el aislamiento social, con tendencia a rehuir situaciones de comunicación; 2) la reclusión voluntaria en el domicilio, al que se aferran por muy ventajosas que sean las alternativas de acogida que se les llegue a ofrecer; 3) el descuido en la higiene y en la alimentación, en el cuidado de la salud y en la limpieza y el orden del hogar; 4) las reacciones de pobreza imaginaria (se le ha denominado también 'síndrome de la miseria senil'), que llevan a acumular no sólo dinero sino objetos varios, incluida la basura; 5) el rechazo de las ayudas sociales o familiares y la tendencia a volver a sus hábitos de vida después de una temporada de acogida o de apoyo externo.
La mayor dificultad para intervenir en 

